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Transeúntes de realidades

Foto del escritor: John Carrillo DiazJohn Carrillo Diaz

Actualizado: 19 jul 2023


Siempre los veía caminar por la circunvalar, cada noche habitaban en una banca diferente. Quienes los escuchaban, decían que hablaban de un montón de cosas ininteligibles sobre habitantes de otras dimensiones encarnados en X o Y plano; o sobre cómo la evolución de la conciencia en el hombre, reflejaba los laberintos cíclicos en que sus demonios habitaban. La verdad casi nadie sabía explicar de qué era lo que ese combo hablaba.

Una tarde bajaron en bandada por una calle del centro, iban hacia el río jugando a ser desterrados de la realidad. Eran una suerte de Danielito Bang con Solano Patiño y Antígona, probando las fortunas de la vida; pero bajo el sol de Montería, en medio del vapor de agua que mantiene blando el cerebro de quienes habitan la intemperie de la ciudad.

Cada uno iba en su performance, el chamán urbano, el poeta melancólico, el chirrete filósofo, los rebeldes socarrones. Cada día probaban un personaje distinto, y jugaban a disfrazarse de miembros prometedores de la sociedad, a crear cosas transcendentales para el pensamiento y el conocimiento. Desentrañando las raíces más íntimas que originan el arte. Probando, provocando reacciones que develaran el propósito de la existencia, que develaran las máscaras de sus actores; que asumieran sus imágenes frente al espejo y se rieran, se burlaran del payaso más grande que ha dado el mundo y que sólo puedes ver cuando te acercas al cristal.


Sus ojos brillantes miraban hacia la tarde que reposaba detrás del río. Comenzaban a recitar versos que luego eran coros cantados a viva voz, y entre improvisaciones y relatos despedían al sol con la certeza de que él también se iría algún día. Se miraban mientras reían y enseguida cambiaban de tema. Otros cantos nuevos se elevaban, hilando entre sus letras la certeza de quien se siente turista en su mundo. “Transeúntes de realidades, migrantes dimensionales, todos somos eso, todos somos todo” gritaban en coro mientras reían y observaban a los palos de orejero, como si hablaran con ellos desde la ribera. Y luego reían de nuevo.

El otro día en la Primera conocí a alguien que a veces se parchaba con ellos. Decía que eran artistas, que tenían una teoría sobre la función del espejismo del tiempo en el cerebro del ser humano y de la incapacidad del cuerpo biológico de comprender el eterno presente. Para mí ese era otro loco más, y comprendí porque se entendía con ellos.

No entiendo qué necesidad tiene la gente de complicarse con esos temas. Por eso andan como locos por la calle. Yo por eso no me complico. Lo que existe es lo que veo y lo que toco, lo demás no es real, es así de simple. Puras teorías de científicos trastornados, otros ausentes de la realidad. Mi mente es aquí y ahora, nada tengo que hacer en otros lados, ni por dentro ni por fuera, ni por abajo ni por encima de mí, ni adelante ni hacia atrás.

Hace cuatro años caminaba con cautela por una de las calles del centro. Y sobre el andén de una oscura y fría construcción, se encontraban todos ellos, con otros tantos de su misma estirpe. No hablaban, no reían, ni cantaban ni gritaban. Sólo se miraban entre sí, con los ojos brillantes, mientras compartían a pico botella un litro de tequila. Me detuve en la esquina a mirarlos y uno de ellos, el más anciano se levantó de su silla y se organizó los lentes sobre su nariz. Luego recogió su larga cabellera blanca y entonó unos versos que hablaban sobre la celebración de la muerte, y mientras cada uno tomaba gritaban salud por los que aún vivían.

No los volví a ver en la circunvalar. Una a una también fueron desapareciendo las bancas donde ellos reposaban. No sé si finalmente encontraron los tiquetes para sus vuelos trascendentales, o sus realidades se habrán tornado en otras realidades. Mucho se rumoreó entre quienes los conocieron, decían que habían partido hacia otros mundos, o que se habían quedado atrapados dentro de sus personajes. Las calles también se han trasformado, y ahora son otros los actores que la habitan y otras las historias que se leen.

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