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“Rodando por el mundo camino, camino. Pregunto a la quimera el enigma del destino. Nómada, loco, noctámbulo y soñador: un vagabundo” DRACO ROSA
Migrar es trasladarse de un lugar a otro. Emigrar es cuando te trasladas de tu domicilio para vivir o establecerte en otro domicilio, sea en el extranjero o dentro de tu propio país. Por lo anterior, me reconozco a mí mismo como descendientes de emigrantes, y aunque suene obvio parece que para muchos no lo es, puesto que constantemente se escuchan posiciones que manifiestan su desprecio hacia las personas de otros lugares en un excesivo y enfermizo sentimiento de regionalismo. Regionalismo selectivo o amañado, porque hacen uso de él para lo que les conviene o necesitan, y en lo primordial no tienen ni idea de quienes son ni de dónde vienen.
Nací en el Sinú, y aspiro a estar aquí muchos años más hasta donde la vida me alcance. Y como descendiente de viajeros también tengo una predilección por andar del “timbo al tambo”, conociendo y experimentando las diversidad cultural que el camino me ofrece.
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Quiero comenzar hablando de mi tatarabuelo, el señor Pedro Vicente Díaz, quien arribó a Cartagena, según la memoria familiar, a finales del siglo XIX con pasaporte Turco procedente de Siria; y en Turbaco cambió su apellido original por el de una Familia que lo acogió a su llegada, además de librarse de impuestos y demás gastos por la nacionalización.
En tierras colombianas tuvo sus hijos, en una época en la que Bolívar, Sucre y Córdoba eran un solo departamento. Uno de ellos fue Pedro Antonio Díaz Castilla, comerciante independiente, quien por sus negocios viajaba constantemente entre Cartagena y Montería.
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Tenía un libido bastante elevado que le llevó a tener más de 16 hijos con diferentes mujeres, una de ellas fue la mamá de mi abuelo, se llamaba Ana Dolores Jiménez Ortega, oriunda del Carmen de Bolívar, en donde conoció a Pedro Antonio, padre de sus dos hijos.
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Mi abuelo se llamaba Carlos Amín Díaz Jiménez, y entre sus anécdotas contaba como su madre se fue a Cartagena a trabajar. Mientras ellas cumplía con sus deberes, él fue arrebatado por sus tías paternas, y que escondido se lo llevaron en una barca a través de la ciénaga, trayéndole de Cartagena a Montería. Ya en la “Perla del Sinú”, fue puesto a vender quibbes y fritos por las calles junto a su hermano Antonio, hasta que un día ya grandecito, se montó en unos de los barcos que llegaban al puerto de la 34 con primera, y se fue como mecánico a ganarse la vida. Tiempo después volvió por su hermano.
Carlos Amín Díaz Jiménez fue navegante en esa etapa de su vida, andaba en barcos por el Caribe y las Antillas menores trabajando como mecánico, hasta que un día se enamoró de una sinuana en la ribera de la vereda de Boca de López en San Pelayo, sitio donde dejó la lancha en la que andaba y que el tiempo hundió en el río.
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Inició una relación con mi abuela Susana Inés Galeano Hoyos, con quien tuvo ocho hijos. Inicialmente se dedicó a la agricultura con su suegro, José Antonio Galeano Sánchez; y posteriormente se mudaron hacia el corregimiento de Carrillo en donde plantó raíz y se dedicó a la mecánica hasta el fin de sus días, y donde además mi madre se conoció con mi padre
Con esto termino la línea paterna de mi madre. La de mi padre es otra historia similar de desplazamientos, en una Colombia donde esto ha sido pan de cada día desde siempre.
Durante el siglo XIX (1800) fue el periodo de mayor movimiento de la historia de Colombia, llamada la “Colonización Antioqueña”. Muchas familias y hombres aventureros en busca de tierras para colonizar, se expandieron principalmente hacia el sur occidente del país. Por la linea paterna de mi Padre, tengo dos apellidos de origen antioqueño, dos emigrantes de apellido Escobar y otro Carrillo, cada uno de ellos en tiempos y por circunstancias diferentes, llegaron hasta la Provincia del Chimborazo en Ecuador.
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Uno de los abuelos, Daniel Escobar, tuvo en Riobamba - Ecuador en 1856 a Daniel Escobar Uquillas, padre en 1888 de Mariana Escobar Cáceres, la madre de mi abuelo Luis.
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El otro de los abuelos emigrantes era Nicolás Carrillo, quien nació en 1860 en algún lugar de Antioquia y viajó hacia el sur hasta llegar a las tierras del Chimborazo. Tuvo en Riobamba Ecuador a Rosendo Carrillo Paredes en 1884, y a otros hijos más.
Rosendo se conoció a principios de la década de 1910 con Mariana Escobar, nieta de Daniel Escobar y descendientes de varias familias tradicionales de Riobamba como los Uquillas, Cáceres y Peñafiel. Rosendo y Mariana, tuvieron en 1925 a su cuarto hijo, Luis Octavio Carrillo Escobar, un ecuatoriano con apellidos colombianos, mi abuelo.
Mi abuelo Luis había decidido partir de Riobamba en la flor de su juventud. Su intención inicial era irse al Perú en busca de trabajo, pero el jolgorio de los años y los estragos del alcohol lo hicieron subirse en el tren equivocado. Al darse cuenta ya era demasiado tarde, por lo que se resignó a llegar hasta Cali, Colombia, en donde recordó que tenía un amigo apellido Aguilera en Manizales, capital del departamento de Caldas, y arrancó a probar suerte a la ciudad sobre la montaña.
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En el lugar se encontró con una colonia de ecuatorianos que se dedicaban a la zapatería, a la sastrería, guitarristas y otros menesteres. Fue con el señor Aguilera que mi abuelo Luis comenzó el oficio de los zapatos, al cual se dedicó el resto de sus vida y con lo que sostuvo a sus ocho hijos. Iniciaba en ese entonces la década de 1950, y en 1952 el riobambeño se estableció definitivamente en Manizales, al conocerse con mi abuela María Luz Dary Delgado Grisales.
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Mi abuela Luz Dary, y su familia, los Delgado Grisales, fueron desplazados de la violencia de la primera década de 1900 en Colombia. Eran oriundos del Fresno Tolima, de donde tuvieron que huir y abandonar sus tierras por ser Conservadores.
Así pues, hacia los años 40 los hijos y las hijas de Benjamín Delgado Quintero y Adela Grisales Gómez cruzaron a pie por sobre el Páramo hasta llegar a Neira y posteriormente a Manizáles. Entre ellos venían mi bisabuela Adela Delgado Grisales, nacida en 1912, y su hija Luz Dary, nacida en 1935.
La Familia Delgado Grisales finalmente se estableció en Manizales, lugar en el que en 1952 se casarían mis abuelos Luis Carrillo y Luz Dary Delgado, teniendo como primer hijo a mi papá, Henry Carrillo Delgado.
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Los Carrillos Delgado se establecieron los primeros años en Manizales, luego probaron fortuna otros años en Riobamba, y luego de su tercer hijo decidieron regresarse definitivamente a Colombia, de donde viajaban eventualmente a visitar a la familia sobre la serranía de los Andes. En ese va y ven creció mi Padre, llegando a irse de un país a otro incluso sólo y a temprana edad.
Mi Padre, Henry Carrillo Delgado, primero de su nombre, le gusta mucho andar desde pequeño, viajó a varios lugares del país en el Cauca, Tolima y Cundinamarca, por vocación y por trabajo; de donde finalmente lo trasladaron al departamento de Córdoba en 1976, a la oficina del municipio de Los Córdoba, pero por esos enredos de la vida terminó en San Pelayo, a orillas del río Sinú, en donde en 1977 se conoció con mi madre casándose al año siguiente
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Los mejores recuerdos de mi infancia y adolescencia, es adentro de un carro con mi papá, mi mamá y mis hermanos por la carretera, de este a oeste y de norte a sur de mi país. El viaje más largo lo hicimos hasta las altas tierras de Riobamba, tras los recuerdos de infancia de mi padre y los ancestros de los Andes.
Me siento muy a gusto en el Sinú, es un lugar donde aún hay todas las posibilidades de ser y de hacer. He decidido plantarme aquí. Sin embargo, mi necesidad de viajar la suplo diariamente, y me mantengo en constante movimiento tanto física como mentalmente; consciente que finalmente soy de la Tierra, mientras me reconozco en la Convergencia a través de las múltiples divergencias que me componen.
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Felicidades amigo, que bonito trabajo...